LIBRE EN CRISTO, NO ESCLAVA


Este mensaje lleva "libertad" a cientos y miles de mujeres para que puedan ser fuertes y valientes, porque la fortaleza y la valentía no es solo cosa de hombres. Mujeres sin rumbo, sin sueños, sin propósitos, castigadas, engañadas, conformándose con migajas de amor.

Mujeres que tienen entre 30 o 40 años pero su cuerpo indica mucho más, con rostros tristes y desesperanzados.

Dios puso un espíritu fuerte en toda mujer.

En más de una ocasión ese espíritu se fue opacando y finalmente la cultura lo aplastó. Otras veces, no ha tenido la oportunidad de desarrollarse porque se escondió detrás de otras personas. Sin embargo cuando ese espíritu logra salir a la luz, alcanza grandes cosas en la vida. No existe un sector en especial que le sucede esto, en realidad mujeres de cualquier edad y clase social puede vivir esta experiencia.

Toda mujer en cualquier parte del mundo tiene derecho a ser libre para hablar y desempeñarse en lo que más le guste. No se trata de una imposibilidad económica, muchas veces la imposibilidad se la impone una, por el "que dirán" o porque simplemente piensan que no son capaces de lograr metas. Muchas mujeres sienten que solo están para servir o agradar a los demás. Hay que recordar que la mujer es un ser independiente que puede valerse por si misma sin tener que estar detrás de nadie y puede lograr lo que se proponga.

La mujer no nació para sufrir o ser castigada, como han enseñado antiguamente, la mujer nació para ser feliz.

APRENDER A AMAR


“El amor debería ser una realidad en nuestra existencia, no sólo un sueño o el tema de unos versos. Es un término que ha de cobrar vida. Y nunca es demasiado tarde para experimentar el amor por primera vez”.
Debemos aprender a amar, ya que muy pocas personas saben cómo hacerlo. Todo el mundo piensa que el amor es necesario, que la vida sin el carece de sentido. Pero son muy pocos los que verdaderamente saben cómo amar, y todo lo que hacen en nombre del amor no es amor sino cualquier otra cosa.
El amor muchas veces se funde con otros muchos conceptos: celos, cólera, odio, posesión, dominación, ego. Todos ellos venenos que destruyen el verdadero néctar: amar significa deshacerse de todas estas interferencias. Sólo entonces, en ese preciso momento, un amor de una calidad inédita florecerá a nuestro alrededor. A nadie le duele el amor, nunca.
Y si te parece que el amor te ha hecho daño, la que se siente dolida no es tu capacidad de amar, sino otra cosa. Si no te das cuenta de eso, seguirás caminando en círculos continuamente. Probablemente eso que denominas amor oculta en tu interior muchas cosas carentes de amor; la mente humana es muy astuta cuando se trata de engañar a los demás y también a sí misma. La mente pone etiquetas bonitas a cosas feas, intenta tapar tus heridas con flores. Esta es una de las primeras cuestiones en la que tienes que profundizar si quieres entender qué es el amor.
El “amor” tal como se utiliza habitualmente el término, no es amor; es deseo. Y el deseo sin duda te hará daño, porque desear a alguien como si fuera un objeto supone ofender a esa persona. Es un insulto, es violento. Si te diriges a otra persona con deseo, ¿durante cuánto tiempo podrás fingir que es amor? Superficialmente parecerá amor, pero rasca un poco y verás como debajo se oculta el mero deseo.
El deseo es un impulso animal. Contemplar a alguien con deseo supone insultarlo, humillarlo, reducir a la otra persona a una cosa, a un objeto. Nadie quiere ser utilizado; es lo peor que puedes hacerle a alguien. No hay nadie que sea una cosa, no hay nadie que sea un medio para alcanzar un fin.

Esta es la diferencia entre deseo y amor. El deseo utiliza a la otra persona para colmar sus apetitos. Te limitas a utilizar a la otra persona y cuando ya has terminado de utilizarla, la tiras. Ya no te sirve, ha cumplido su función. Este es el acto más inmoral que se comete en la existencia: utilizar a los demás como un medio. El amor es justo lo contrario: supone respetar a la otra persona como un fin en sí misma. Cuando se ama a otra persona como un fin en sí misma, no hay dolor; te sientes enriquecido a través de esa experiencia. El amor enriquece a todas las personas. En segundo lugar, el amor solo puede ser verdadero si tras él no se oculta el ego; de lo contrario, se convierte en un mecanismo del ego.
Es una forma sutil de dominar. Hay que ser muy consciente de ello, porque ese deseo de dominar está profundamente arraigado. Nunca se presenta desnudo, siempre se oculta bajo maravillosos ropajes, engalanado. Ahora hablemos de amor como no sabemos verlo la gran mayoria de nosotros... Y si el amor es lo que mantiene unido al cuerpo, es fundamental, como dice el texto, que el amor sea sincero. No alcanza con que simpaticemos con nuestros hermanos. Es necesario que verdaderamente los amemos.
Se necesita amor verdadero. Como el amor con el que Cristo nos ama a nosotros. De hecho, nuestro modelo de amor no es otro que el de Cristo, que hasta entregó su vida por nosotros. Pablo pasa entonces a describir el amor verdadero, y lo hace de una manera impecable.
En primer lugar, el amor no es solamente espiritual. El amor verdadero se refleja en nuestras actitudes. Pablo usa la palabra "diligente", es decir que el que ama se mueve por aquél a quien ama. El amor es activo. Amar es dejar que las demás personas entren en nuestro corazón, que vengan a vivir en nuestras vidas. Implica comprometerse con esa persona al punto de que pasa a ser importante para nosotros.
En segundo lugar, el amor verdadero implica desear el bien de los demás, y como es diligente, el que ama busca activamente el bien de los demás. Y esto es así no sólo para las personas que también nos aman a nosotros. Aún a nuestros enemigos, a los que nos odian o nos desean el mal, tenemos que desearles el bien. "Bendigan a quienes los persigan; bendigan y no maldigan" (12:14). Y aún más, tenemos que ser también diligentes con ellos. Procurarles el bien, ayudarlos, porque el amor verdadero persigue el bien, va tras él, actúa. En tercer lugar, el amor verdadero nos lleva a ser humildes, reconociendo nuestros propios errores antes de cuestionar los errores de otros. Por eso, Pablo dice "vivan en paz con todos" (12:18). Porque el que se examina a sí mismo ignora los errores de los demás y los ama sin importar esos errores. Por eso, pagar con la misma moneda es señal de no habernos examinado a nosotros mismos. ¿Quiénes somos nosotros, seres falibles, para vengarnos de otros? ¡Como si fueramos perfectos! Sólo nos aproximamos a la perfección cuando amamos de verdad, y el amor verdadero excluye la venganza porque favorece la paz.
Y por último, el amor verdadero es empático. Pablo nos alienta a alegrarnos con los que están alegres y a llorar con los que lloran. Esto implica poder ponernos en el lugar de los demás, pero no solamente entendiendo con nuestra mente la situación que atraviesa cada uno, sino aún más, comprometiéndonos de corazón con su vivencia. Ser capaces de experimentar lo que la otra persona siente, hacer propio ese sentimiento para poder comprender verdaderamente en profundidad qué es lo que le pasa.
Eso es parte del amor verdadero.
Me sacude verdaderamente el último versículo del capítulo: "no te dejes vencer por el mal; al contrario, vence al mal con el bien". Es muy interesante que Pablo deje ahí de hablar en plural y hable en singular. Y es que está dirigiéndose en particular a cada persona que recibe ese mensaje. Eso pone en evidencia la importancia de esa afirmación. Y es que si el amor es contrario al mal, amar es vencer. Y así como el amor de Dios venció al pecado y a la muerte, nuestro amor puede vencer al mal.
Y quiero repetirlo: amar es vencer.
Me parecieron centrales los versículos del 9 al 12, que de algún modo resumen la esencia del amor verdadero. Espero que esta reflexión les haya significado tan reveladora como a mí, y que les haya sido de gran bendición. Nunca olviden que amar es vencer, y que por lo tanto el amor es lo único que puede cambiar el mundo.
Que el Dios de amor, que venció a la muerte y al pecado por medio de Cristo y de su Espíritu Santo, librándonos para siempre, los llene con su amor verdadero para que puedan vencer al mal con el bien. ¡AMÉN!