ENCRUCIJADA

¿Alguna vez usted ha atravesado por una situación traumática y Dios no le ha dicho nada? ¿Alguna vez ha necesitado de su seguridad y Él ha estado en silencio? Hay momentos en que Él no habla, aunque siempre escucha. 

Él escucha el lloro más silencioso de un corazón destrozado, escondido detrás de una mirada valiente y una determinación desafiante. Escucha un suspiro a las siete de la noche en un departamento, cuando la puerta se abre y llegan los comestibles, y el bebé cargado en brazos cansados. Él escucha el grito de unos pies dolorosos, de una espalda cansada y de una muchacha que no ha tenido tiempo para ella misma. Él escucha, Él escucha; pero algunas veces, no habla.

l reto es adorar a Dios en el silencio. No es suficiente tener amistad con Él cuando está hablando. El reto es seguir teniendo confianza mientras Él permanece en silencio. ¿Que hay en el silencio que causa tanta inquietud a nuestros espíritus? He conocido personas que hablan nerviosamente en un avión a otros que están virtualmente en silencio. Es como si el silencio fuera un gran insulto para toda la humanidad, por lo que los otros solo necesitan escucharlos hablar. He visto personas que no han dicho nada para romper el silencio, sino solo escuchar un gruñido o un suspiro. ¿Que hay en el silencio que intranquiliza el corazón? Cualquier cosa que sea, hay momentos cuando la madre o el padre soltero se pregunta: «Dios, ¿dónde estás en medio de este desafío? Si tú no resuelves esta crisis . . . sólo necesito escuchar que Dios me está prestando atención».

Se preguntan: «¿Me está castigando por mis pecados pasados?». Suspiran: «¿Está castigándome por un momento de pasión?». Hay preguntas que pasan por la mente de los que sienten que la vida ha sido cruel e injusta. Desesperados de luchar y consumidos por sobrevivir, aun el mejor de nosotros desea haber tenido más ayuda. Lo que hace que el lamentable estado de algunos padres solteros sea aún más devastador, es el remordimiento que acompaña la situación difícil que pudo haber sido evitada.
No, la mayoría no se arrepiente del niño. Ellos aman a su hijo. Muchos sienten que él es lo único que queda del amor. Independientemente de como haya sido concebido, “el todavía es mío. Mi error se ha convertido en un milagro”, dice el corazón de una madre que ya no tiene a nadie más a quien amar.

No, no es el hijo quien frecuentemente es rechazado. Es la circunstancia alrededor del niño la que presenta los retos. Es la situación difícil, la lamentable situación difícil que acompaña a los padres solteros, lo que desafía. Es un reto a la seguridad financiera. Un desafío para la viuda o el viudo. Es aún más que eso para el padre de un niño nacido fuera del matrimonio.

De algún modo, las personas reaccionan diferente ante la madre y el niño si las circunstancias que rodean su situación difícil están un poco empañadas. No tienen la menor idea de que aún la plata empañada puede ser rejuvenecida y resplandecer con su brillo original.

¿POR QUE TANTO SUFRIR?

Desde tiempos muy antiguos los hombres se atormentan con preguntas acerca del sufrimiento. ¿De dónde procede y por qué hay que sufrir tanto dolor? 
¿Por qué unos lo pasan peor que otros? 

¿Dónde se halla la razón de que éste nazca con una tara, y aquél pase por la vida sano y fuerte? 

¿Por qué todo ese sufrimiento en las guerras, esa pobreza y esa hambre? En todas las épocas, estos interrogantes estuvieron a la orden del día y atormentaron al espíritu humano. 

Sencillamente, no es posible separarlos de la vida. Nadie puede pasarlos de largo, porque todo el mundo, en sí mismo o a su alrededor, tiene que ver o experimentar tanto dolor.

Preguntas tales como las mencionadas surgen como la cosa más natural y nos preocupan. Además, es preciso añadir que, frecuentemente, nos vemos impotentes porque no podemos echar una mano para cambiar las dificultades. Entonces se nos hace un nudo la garganta y se nos hace insoportable que no haya remedio contra ello. 


¿Qué hacer si, por ejemplo, un recién nacido da señales evidentes de ser un disminuido psíquico? Destrozados y mudos estuvieron los amigos de Job durante siete días junto a él, con los vestidos rasgados y la cabeza cubiertas de cenizas, hechos un espectáculo de miseria. Su compasión por el gran atormentado de Ur era tan grande y su problema les afectó tanto que durante aquel tiempo no pudieron pronunciar ni una palabra. Pero, ¿acaso no se interrogaron por qué su amigo debía sufrir tan desmedidamente?. 

 En cualquier caso, poco después comenzaron a discutir al respecto. ¿Cuál era la explicación de este inescrutable curso de los acontecimientos? ¿Era Dios el que gobernaba? ¿Tenía el Altísimo algo que ver con estas miserias?

El gobierno divino de todas las cosas nos sitúa con frecuencia ante preguntas difíciles. Abraham experimentó este problema. En un momento dado, tuvo dificultades con la actuación de su Dios. El nacimiento del hijo prometido por el SEÑOR se retrasaba y, con el paso de los años, él y su mujer perdieron la esperanza. El camino de Dios se les volvió un enigma y Abram suspiro: “SEÑOR Jehová, ¿qué me darás siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (cf. Gn. 15:2-3).

Interrogantes y problemas como éstos no les faltaron a los escritores de la Biblia. La Palabra de Dios no oculta la verdad de que el gobierno de Dios a veces nos pone ante lo incompresible. ¿No pregunta el autor del Salmo 42: “¿Por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado...?”

Más tarde, también los deportados a Babilonia se hallaron con los mismos problemas. No les pasaron desapercibidos a pesar de su propia ceguera; pero, sin embargo, no entendieron los propósitos de Dios con su pueblo; se preguntaron si algún día le iría bien a Israel, y llenos de dudas se lamentaron: “¿...Mi camino está escondido de Jehová y de mi Dios pasó mi juicio?” (Is. 40:27). En su opinión, el SEÑOR ya no se preocupaba más de su pueblo, y de esta forma se sintieron desasistidos y se atormentaron con la pregunta de cómo era aquello posible. ¡Todo un cúmulo de difíciles interrogantes!

¿DEBE UN CRISTIANO SER MASON?

¿Debe un cristiano ser masón? 

Para poder contestar, necesitamos descubrir lo siguiente:


¿De dónde provino la masonería?
¿Qué creen los masones?


¿En quién podemos confiar para obtener información?


¿Quién es Dios según estas autoridades en quienes muchos confían?


¿Es el Dios de la Biblia el mismo dios de la Masonería?

Al llegar al final de este libro, usted podrá responder estas preguntas personalmente.