ACERCATE A DIOS

A través de la historia, podemos ver que hay personas que tienen creencias extremistas.  Están aquellos que creen que todo es Dios, por ejemplo un árbol, un animal, etc.  Hay otros que es todo lo opuesto, nada es Dios.  Están aquellos que creen que Dios controla todo, y aquellos que creen que Dios tiene el control de nada.  También hay personas que creen en la suerte y otros en el destino. No podemos vivir en estos extremos.  Debemos buscar el equilibrio y ver cómo entrar en la providencia de Dios en nuestras vidas.
Estas creencias extremistas son las que crean las preguntas más grandes del corazón del hombre y lo limita.  En 1 Samuel 9, el profeta le pregunta a Saúl: ¿Para quién será todo lo que Dios tiene reservado? Y Saúl contesta: Para mí no puede ser, yo vengo de la tribu más pequeña.
Si vives en algún extremo, siempre estarás respondiendo a las cosas que Dios tiene reservadas para ti, basado en tus limitaciones.  Si te dicen que Dios tiene reservado lo mejor para ti, lo primero que puedes pensar es: Si esto es así, ¿por qué me sucede lo que me sucede?  Si respondes esto delante de Dios, automáticamente estás limitando lo que Dios puede hacer contigo.
Hay quienes dicen: Dios no pone cargas que no puedas llevar.  Suena muy bonito, pero no es sobre nuestros hombros; la biblia dice que Dios le dio hombros a Cristo para cargar las cosas.  Sobre sus hombros está el principado.  Tampoco en la biblia dice que Dios pone y quita cargas, lo que dice es que él las recibe.  No lleves cargas porque piensas que es tu destino y lo que Dios quiere para tu vida.  Entrégaselas a Él y vive sabiendo que lo mejor de Dios está reservado para ti.
Mateo 6:25-34 nos dice que no nos afanemos y cada día traerá su propio afán, pero debemos saber que le interesamos a Dios, que él cuida de nosotros y que su mano providente está sobre nuestras vidas.  Dios trabaja incesantemente para nuestro bien.
Cuando te desconectas de Dios, vives bajo la providencia de Dios sobre la humanidad.  Dios dijo que el sol saldrá para buenos y malos.  Ya sea el pecador más grande o el cristiano fiel, ya hay una providencia natural de Dios para la humanidad.  Pero, si te acercas más a Dios, su providencia individual va en aumento.  Cuando oras, estudias la palabra, comienzas a ver cómo la providencia aumenta en tu vida; sales de la providencia general a la individual.
No vivas echando las culpas a Dios –o a otras personas– de lo que ocurrió o no ha ocurrido en tu vida.  Vive acercándote más a Dios.  Por causa de que te acercas a Dios, te darás cuenta que tu vida comienza a tener sentido y significado.  Te darás cuenta que tu vida es más que comida, bebida, y que pagar deudas.  Si te acercas a Dios, tienes la dirección divina y verás cómo se puede vivir en orden.

CARTA A LOS ROMANOS

Este comentario constituye el punto radical de ruptura entre la teología del siglo XIX y la del xx. En contraposición a su postura inicial, tendente a la identificación entre socialismo y reino de Dios, Barth descubre ahora que la Biblia, más que de nuestra relación con la divinidad (propio de la religión o la ética), habla de la relación de Dios con nosotros: del reino de Dios, que no es reductible a un movimiento político o económico, ni siquiera a la religión (o religiosidad) como hecho humano.Su lema será el de una absoluta disociación entre la inmanencia y la trascendencia: «el mundo es mundo, y Dios es Dios» Tesis que se materializará en el Comentario a la Carta a los Romanos. Barth intenta aproximarse a la realidad central, que no es otra que nuestro conocimiento de Dios a través de Cristo. 

Pues no tenemos acceso alguno a Dios como un ser (aunque supremo) entre otros seres, sino sólo desde su presencia libre, creadora y actuante en Cristo, en quien nos sale al encuentro. 

Aparece aquí la paradoja radical que va a definir, en un primer momento, el pensamiento barthiano, que empieza utilizando como clave una metáfora política: la «revolución de Dios» que irrumpe como una ruptura cósmica que adviene no desde el más acá, desde la inmanencia, sino desde el más allá afectando a la humanidad en su conjunto. Algo que no es disociable de la escatología y, por ello, del juicio de Dios y su trascendencia. 

Aparecen aquí, como en germen, claves que Barth utilizará con profusión: la dialéctica, la trascendencia divina en amor-libertad, la radicalidad escatológica que eleva lo divino infinitamente sobre lo humano; la contraposición absoluta entre el Creador y la criatura El Comentario va a romper así con la tesis que contemplaba la santidad como fruto del comportamiento humano religioso o ético y, por ello, como posesión propia. 

En esta obra, Barth «no pretende informar, sino transformar », utilizando fórmulas paradójicas, para desasosegar al hombre y sacarlo de sus casillas.