EL SONIDO DE LA VOZ DE DIOS

En Juan 10:7-18, Jesús explica a los judíos que él es el buen pastor, que sus ovejas oyen su voz y le conocen y le siguen.
Las ovejas no siguen al pastor porque lo ven, lo siguen porque lo oyen y conocen su voz.
A Dios se le sigue por el sonido de su voz.  Todo el que quiere servir a Dios por lo que ve, nunca se mantiene firme.  Esto no es tan solo un principio en el mundo espiritual, sino también en nuestro diario vivir, en nuestras relaciones, matrimonio, trabajo, etc.  Es importante que la voz de los padres sea más relevante a sus hijos que la de sus amigos, por ejemplo.
Todos, de alguna manera u otra, hemos sido atados por alguna palabra que alguien dijo.  Unas palabras que por la razón que sea lastimaron tu corazón y te ataron.
Cuando los hermanos de José le dicen a su padre que había muerto, Jacob, que siempre soñó y hasta luchó con el ángel para ser bendecido, en ese día de la mala noticia, dejó de soñar.  Por 13 años vivió frustrado con angustia en su corazón, y todo por una mentira.
Las palabras que más te hieren son de aquellos que están más cerca de ti.  Los hijos de Jacob, los mismos que le mintieron, regresaron con la noticia de que José estaba vivo, pero esta vez Jacob no les creyó.  Muchas veces vivimos tanto tiempo atados, creyendo una mentira que, cuando te dicen la verdad, no la puedes creer.  La biblia continúa relatando, que, cuando ellos dijeron las palabras que José había dicho, el espíritu de Jacob revivió.
La razón por la cual Jacob no creyó cuando le dan la noticia que su hijo José estaba vivo, es porque el sonido de los hijos era el mismo sonido que cuando le dijeron la mentira.  Esto nos ensena que puedes cambiar las palabras, pero el sonido se queda igual.  Todos sabemos cuando alguien nos habla hipócritamente.  Te puede decir los “buenos días”, pero por el sonido de su voz tú sabes que no es lo que desean.
Pero, cuando Jacob escucha las palabras que su hijo José le había mandado a decir, su espíritu cobra ánimo y cree, porque de un soñador a otro sonador, se entienden.  El sonido de las palabras de José era muy diferente al de sus hermanos.
En una ocasión, los hermanos de David se encontraban en la guerra y David les fue a llevar comida.  Por 40 días el gigante Goliat, tenía amedrentado al ejército.  David, quien ya había sido ungido para ser rey, llega ante sus hermanos y escucha a Goliat vociferando, y escucha la recompensa que daba el rey Saúl a aquel que derrotara a Goliat.  Entonces, salió a pelear contra Goliat, y esto porque escucho lo que el rey decía y despertó el rey que había en su interior.  De un rey a un rey se entienden.  El sonido es familiar, es el mismo.
A Jesús le sucedió varias veces que hablaba y no le entendían.  Aún sus discípulos no le entendían.  Si no entendían a Jesús, ¿por qué le seguían?  Porque el sonido de su voz despertaba en ellos algo diferente.
Para Dios dirigirte no necesita despertar tu mente, sino despertar tu corazón.  Que puedas oír un sonido diferente, un sonido especial en tu vida que, aunque tu mente no lo reciba, ni lo entienda, tu corazón lo reciba y despierte en ti el deseo de seguirle.
Acepta lo que oyes dentro de ti, que resuena en tu corazón y te dice, despierta y levántate.
Muchos te preguntarán: ¿Por qué asistes a la iglesia que vas, si en otra que te queda más cerca hablan lo mismo?  Pero es que el sonido de la voz, de cómo se habla en tu iglesia, es la que hace que al escuchar el mismo versículo, haga resonancia en tu interior y despierte tu espíritu.

DECLARA BENDICION


Las oraciones son respondidas cuando están acorde a la voluntad de Dios (1 Juan 5:14), cuando son sinceras (Sal. 145:18) y cuando se hacen de forma constante (Col. 4:2).

Una de las partes de la oración es declarar, decir, confesar, hablar lo que está en nuestro corazón y declarar proféticamente lo que va a suceder. En la oración tienes que pedir, interceder, confesar, adorar, dar gracias, pedir perdón y declarar lo que va a suceder.



¿Dónde dice la biblia que hay que declarar?

Lo dice en Marcos 11:23

“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”. (RV1960)

Otra versión dice: Les aseguro que si alguno le dice a este monte: “Quítate de ahí y tírate al mar”, creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Marcos 11:23 (NVI)

Nuestra autoridad al pedir o declarar proféticamente se pierde cuando no hay un corazón sincero, cuando hay un pecado reiterado que lo bloquea o cuando se hacen oraciones religiosas solo para impresionar a los demás, esto anula las recompensas de Dios (Mateo 6:16). También pasa lo mismo cuando tratamos de impresionar a Dios (Lucas 18:9-14).



Todo lo que hablamos tiene o tendrá un efecto, las palabras son el arma espiritual más poderosa que pueda existir. Lo que decimos continuamente es lo que creemos, en nuestros diálogos cotidianos esta la verdad de nuestro corazón.

La descripción más detallada de esta revelación está en Santiago 3, es un texto largo que debemos conocer bien, solo voy a tomar algunos puntos. Por ejemplo:

“¿Quién, entonces, es una persona perfecta (madura)? Sólo quien es capaz de dominar su lengua y de dominarse a sí mismo”. Santiago 3:2

“(la lengua) Es una de las partes más pequeñas de nuestro cuerpo, pero es capaz de hacer grandes cosas. ¡Es una llama pequeña que puede incendiar todo un bosque!” Santiago 3:5



Muchas de las cosas que te agobian se producen por tus propias palabras, cuando no hablas conforme a lo que dice la biblia sobre ti, entonces te encuentras hablando en contra de ti mismo.

“Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así”. Santiago 3:9

Mira lo que dice la traducción en lenguaje actual en proverbios 18:21

“La lengua tiene poder para dar vida y para quitarla; los que no paran de hablar sufren las consecuencias”.


Dar vida y muerte a nuestros sueños, dar vida y muerte tanto a todo lo bueno como a todo lo malo, nuestras palabras pueden anular la maldición y desatar la bendición, y viceversa. Dios se valió de la palabra escrita y hablada para dar la salvación a la humanidad, para impartir los misterios más profundos y las verdades más sencillas del evangelio. El poder esta en lo que decimos y creemos.


Bendice con tus palabras todo lo que hagas, di palabras de fe, sanidad y prosperidad. Dios tiene un plan para restaurar todo lo que perdiste, todo lo que te quiso destruir, no dejes de tener un vocabulario optimista, lleno de vida, lleno de la palabra de Dios. Porque tus palabras llenas del Espíritu Santo crearán un futuro maravilloso, sanarán tu pasado y cambiarán tu presente.

En conclusión, las palabras no son inocentes. Abre tu boca para desatar el destino profético que Dios tiene para tu vida.