NO TE DISTRAIGAS CON LAS PIEDRAS

En la vida, tenemos que entender que, cada cosa que hacemos, tiene una consecuencia. Dios perdona nuestros pecados, nuestros errores, y los olvida, pero las consecuencias van a estar ahí para cobrarnos la factura. Por eso vemos personas que, aunque su vida haya cambiado mucho, aunque sus vidas hayan sido modificadas radicalmente por la palabra de Dios, por el poder de Dios, aún al día de hoy, siguen siendo golpeados por las consecuencias de las cosas que dijeron, que hicieron y que decidieron.
Aun así, hablando de juicios y de castigos, tenemos menos de lo que nos merecemos. Por su amor, por su gracia, por su misericordia, Dios puede modificar esas consecuencias.
Ahora bien, en el Antiguo Testamento, cuando alguien se equivocaba, se tomaba muy en serio. Una de las sanciones era la lapidación –el apedrear. Si algo sobra en Israel, son las piedras. Allí hay piedras de todos los tamaños. Y había ordenanzas bíblicas que instruían, por ejemplo, a que, si alguien recogía leña en el día de reposo, debía que ser apedreado. Si alguno tenía un hijo rebelde, dice Deuteronomio 21:18-21, que sus padres debían llevarlo ante los ancianos para acusarle como tal, y añade que todos los hombres de la ciudad lo apedrearían y moriría, para quitar el mal de en medio de ellos y que para que temieran. Cuando una mujer era sorprendida en el acto de adulterio, debía ser llevada ante los anciano, y aquellos decidirían si debía o no ser apedreada.
Incluso en el nuevo pacto, ya con la gracia de por medio, ya con Jesús de por medio, el apedrear a la gente también se volvía algo común. Cuando alguien pecaba, cuando ameritaba juicio, también las piedras llegaban a la vida de las personas.
Jesús, en una ocasión, dijo: Yo soy el Hijo de Dios; y también lo quisieron apedrear. O sea, no tan solo cuando alguien era rebelde, era apedreado; sino que, cuando decía algo como soy Hijo de Dios, era también atacado.
Hay personas que han tenido que renunciar a ciertas cosas, y todo porque un día dijeron: Soy hijo de Dios. En Mateo 23:37, Jesús dice: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! O sea que, cuando tenemos una misión, también recibimos piedras.
Ya sea que hagamos las cosas bien, o las hagamos mal, somos apedreados. Hagamos lo que hagamos siempre nos van a apedrear, siempre va a haber gente que va a lanzarse en contra de nosotros.
Las piedras son el resultado de que estás haciendo algo. A nadie lo apedrean por estar inmóvil. Lo que trae las piedras a la vida de una persona es su movilidad, su desarrollo, lo que está haciendo.
Entiende que, lo que la piedra pretende lograr, es que tú mires de dónde viene. Si vas hacia adelante, el diablo te tira piedras desde atrás, para que te voltees a ver. Así que, las piedras no son necesariamente para matarte, sino para detenerte.
En Hechos 7:54-60, vemos el momento en que Esteban es apedreado hasta la muerte. Justo cuando se disponían a lapidarlo, dice la palabra que, lleno del Espíritu Santo, Esteban dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.
Si sientes que llevas tiempo siendo apedreado, este mensaje es para ti. Has estado tratando de hacer las cosas bien, y pareciera que es cuando más piedras te están tirando; aun la gente que está a tu alrededor, en vez de apoyarte, te tiran piedras. Y miras a aquellos que son hijos rebeldes, pero a ellos no les pasa nada. Y te preguntas ¿qué pasó aquí? ¿A los rebeldes no los apedrean, pero a los que queremos hacer algo para Dios es a los que más piedras nos están tirando?
Están tratando de cerrarte los espacios, te cierran las puertas, pero hoy Dios te dice: Deja de estar buscando de dónde vienen las piedras. Esteban nos da un secreto: Cada piedra que te arrojen, abre una puerta en el cielo, para ver la gloria de Dios en tu vida y la de tu familia. 

EL YUGO DE JEZABEL


En la antiguedad, Jezabel era la malvada influencia del enemigo que operaba a través de esa mujer. Pero en la actualidad continúa buscando individuos, ya sean hombres o mujeres, a quien pueda influenciar, tanto en la Iglesia como fuera de ella. 



En este libro, Sandie Freed analiza las diferentes vías en las que este espíritu opera con sus características más identificables: 

• Yugos malignos y ciclos viciosos. 
• Las raíces de Jezabel y el yugo del engañador. 
• La idolatría y la manipulación de las armas de Jezabel. 
• Su yugo de desolación. 

Usted también aprenderá a: 

• Guardar el pacto de Dios en el territorio de Jezabel. 
• Tener la autoridad para vencer como Jehú.