UNA COBERTURA DE HONRA

En los tiempos de Jesús, una de las cosas más importantes para el hombre era el honor de su nombre. Es por esto que, en otras palabras, en Mateo 5:21-22 Jesús dice: Si, con tus palabras, intentas quitarle la honra a una persona en la sociedad, por coraje, es como si le hubieses matado.
En realidad, no hay nada malo en enojarse; hasta el mismo Jesús, en un momento dado, tuvo coraje. Lo que sí es malo son las palabras que se utilizan para hablarles a los demás cuando se está bajo coraje, y la intensión de esas palabras. La gente, cuando habla bajo coraje, tiende a utilizar palabras para herir, para deshonrar a la persona con la cual se tiene el coraje; y esto es lo que Jesús condena, diciendo que es lo mismo que cometer homicidio.
Hoy día, se insulta a la gente de manera muy rápida. Incluso hay cristianos que utilizan las palabras para dañar el testimonio o la honra de otros. Lo triste es que dicen ser cristianos, que viven una vida en pureza y conforme a la palabra de Dios, predicando santidad, y son los primeros que hacen todo lo contrario a lo que Cristo hizo.
En lo secular, si usted oye las noticias, escuchará algunos reporteros que, livianamente, utilizan palabras para juzgar. Piense cuántas veces la gente es juzgada antes de tener un juicio en la prensa, y por la prensa. La sociedad ha llegado a un punto donde su mente está tan corrompida que no se da cuenta que solo con palabras puede destrozar a cualquiera, quitándole su honra. No saben que el destrozar a alguien de esta manera les es contado como homicidio.
Pero más allá de deshonrar a un enemigo o un simple desconocido, piensa en tus hijos, en tu esposa, en la gente que amas. ¿Qué palabras usas hacia ellos en un momento de coraje? Las palabras que usas en un momento de coraje, si no tienes cuidado, destruyen la autoestima de aquellos que están a tu alrededor; tanto así que, en Mateo 5:22, Jesús dice que el que diga fatuo a su hermano terminará en el infierno.
La palabra infierno en el original, era una ilustración de un lugar suciodonde se quemaba la basura. Lo que implica Jesús con esta palabra es que, una persona que intenta deshonrar a alguien con sus palabras, lo que tiene es una mente sucia y depravada. Es triste, porque esto es lo que se ve todos los días en la sociedad de hoy. En los círculos cristianos, eso es lo que se vive a diario; y el Señor dice que debería de ser lo contrario.
En 1 Corintios 12, el Señor utiliza a Pablo para enseñar y demostrar cómo debe ser el trato entre los cristianos, cómo se deben cuidar los unos a los otros.
“Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.” 1 Corintios 12:22-26
Pablo, en estos versículos, lo que está diciendo es que, aquellos más delicados, débiles, y con menos decoro entre el cuerpo de Cristo, deben ser cuidados y protegidos mucho más que otros. Pero, en estos tiempos, lamentablemente, la gente tiende a pisotear y deshonrar a los más débiles. Piense en esto: Normalmente, si hay una parte del cuerpo que está al descubierto, ¿se cubre y se protege, o no? Por alguna razón u otra, se piensa: Si otro recibe honra, yo pierdo la parte que es mía y sería más fácil descubrir los problemas que otros tienen, porque de esa forma yo resaltaría.
Hoy entiende que debes tener cuidado con tus palabras. No llegues al punto de enojarte, menospreciar a aquellos que están a tu alrededor y, con tus palabras, deshonrar y dañar su testimonio, hasta el punto donde degrades el honor de la gente en la calle. El trabajo de un cristiano no es descubrir, sino cubrir, guardar, proteger, darle decoro a los más débiles, sabiendo que, si ellos reciben honra, Dios también te honrará a ti. Y, si alguien te ha deshonrado o acusado porque no han visto grandeza en ti, recuerda que la Biblia dice que Dios le va a dar más honor a aquellos que el mundo ha menospreciado (1 Cor. 12:28). A aquellos que la gente ha deshonrado, Dios les va a cubrir con más honra.
Todo aquel que ha hablado mal de ti, todo aquel que no te ha cubierto, todo aquel que te ha traicionado, todo aquel que ha usado su boca para deshonrarte tendrá que ver cómo el Dios Todopoderoso te utiliza a ti, te pone en gloria y te pone delante del mundo, porque eso es lo que le va a dar honra al Dios Todopoderoso. 

EL VERDADERO DESCANSO

¿Cuándo fue la última vez que descansó? No me refiero a la última vez que logró irse a la cama antes de la medianoche. Me refiero al descanso verdadero.

Vivimos en una cultura que no favorece el descanso. Incluso en la iglesia, podemos comprometernos a hacer más cosas de las que podemos manejar, porque aceptamos hacer demasiadas cosas. Después de todo, es más fácil decirle que no a una fiesta del vecindario que a un estudio bíblico. Si algo suena espiritual, es fácil pensar que debemos hacer fila detrás de todos los demás y tomar un boleto. Pero ocuparse en las cosas de Dios y conocer a Dios son dos cosas muy diferentes. Y con frecuencia no están en armonía.

Un día Jesús le habló directamente al cansancio extremo de una multitud: “Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso” (Mt.11:28). Él no hablaba de la clase de cansancio que tanto usted como yo sentimos al final de un buen día de trabajo, cuando lo único que queremos es hundirnos en una silla y no movernos hasta Navidad. No, Jesús les hablaba a aquellos que estaban desgastados tratando de actuar bien para complacer a Dios y ganarse la salvación. Recuerde que esto fue antes de la crucifixión y la resurrección, así que si usted era un judío temeroso de Dios, todavía se levantaba en las mañanas con la carga de 613 leyes sobre sus hombros. Nosotros conocemos los “10 grandes”, los mandamientos que Dios le dio a Moisés en el Monte Sinaí; pero los judíos debían seguir 603 leyes adicionales. Súmele además la realidad de que los líderes religiosos de aquellos días no aliviaban la carga de la gente. Jesús habló directamente de eso: “Los maestros de la ley religiosa y los fariseos son los intérpretes oficiales de la ley de Moisés. Por lo tanto, practiquen y obedezcan todo lo que les digan, pero no sigan su ejemplo. Pues ellos no hacen lo que enseñan. Aplastan a la gente bajo el peso de exigencias religiosas insoportables y jamás mueven un dedo para aligerar la carga” (Mt. 23:2-4).

Jesús le ama, y eso resume todo. No hay un si condicional al final de ella. Es tan simple como eso. Jesús nos ama tal y como somos ahora. A pesar de las incontables sombras de luz y oscuridad que habitan en nuestro interior, Dios nos ama por completo. Es difícil de creer, ¿verdad? Pero ese tipo de amor solo existe en Dios, y es difícil de entender cuando estamos corriendo de una actividad a la otra.

Ese tipo de amor nos llama a descansar —descansar de verdad— en la presencia del Único que nos creó, que nos conoce y que nos ama.

El descanso verdadero proviene de conocer la gracia de nuestra salvación en Jesús. No tenemos que hacer nada para ganárnosla.

Tome unos minutos para meditar en estas Escrituras:

“Luego dijo Jesús: ‘Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.  Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma.  Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana’” (Mateo 11:28-30).

“Que mi alma descanse nuevamente,  porque el Señor  ha sido bueno conmigo.
Me rescató de la muerte,  quitó las lágrimas de mis ojos,  y libró a mis pies de tropezar” (Salmo 116:7-8).

“El Señor es mi pastor; tengo todo lo que necesito. En verdes prados me deja descansar;  me conduce junto a arroyos tranquilos. Él renueva mis fuerzas. Me guía por sendas correctas, y así da honra a su nombre” (Salmo 23:1-3).

PRINCIPIOS DE LA LEY DE LA SIEMBRA Y LA COSECHA

Existen tres principios básicos que gobiernan la ley de la siembra y la cosecha:

1. El resultado de la ley es multiplicativo. Aunque parezca lógico, no deseo asumir que todos tenemos claridad respecto a este punto. El resultado multiplicativo de esta ley está demarcado en el hecho de que una persona siembra una semilla, pero como cosecha no se obtiene otra semilla, sino que el resultado de dicha siembra será un árbol, una planta o un arbusto que tiene muchos frutos y muchas semillas dentro de esos frutos. La Biblia dice:

“Porque siembran viento, y recogerán tempestades...” (Oseas 8:7).

Todo agricultor conoce este principio. Es más, vive por la operación de este principio. Es de allí de donde proviene su utilidad.

2. El proceso tiene un orden lógico. Es muy simple, nadie puede pretender obtener una cosecha sin haber sembrado antes. Si volvemos al caso del agricultor, es imposible que él pretenda recoger una cosecha si algún tiempo atrás no sembró su campo. Esto parece muy lógico y claro, pero usted se asombraría de la cantidad de gente que he encontrado que espera obtener cosechas sin haber sembrado. Más adelante lo explicaré en detalle.

3. El tipo o género de la cosecha está determinado por el tipo o género de semilla. Es factible que a usted le parezca muy elemental lo que le estoy compartiendo en este capítulo, pero se sorprendería al saber la cantidad de personas que no tienen claro este principio y su operación.

En el ámbito natural, es muy lógico llegar a la conclusión de que si se siembra una semilla de naranja, se va a tener como cosecha un árbol que va a producir muchas naranjas y dentro de cada naranja tendremos muchas semillas de naranja. Sin embargo, muchas personas se olvidan de que en lo espiritual sucede exactamente lo mismo; por ejemplo, hay personas que siembran semillas de chisme y creen que no van a tener como cosecha mucho chisme (subrayo la palabra “mucho” porque recuerde que el resultado de la ley de la siembra y la cosecha es multiplicativo). Entendemos, pues, que en el ámbito espiritual va a suceder lo mismo que en el ámbito natural: de cualquier tipo de semilla que usted siembre, recogerá una cosecha multiplicada del mismo género. Veamos lo que dice la Biblia respecto a este principio:

“Y dijo Dios: ‘Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él’. Y fue así. Y produjo la tierra vegetación: hierbas que dan semilla según su género, y árboles que dan fruto con su semilla en él, según su género. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:11-12).

Sobre la ley de la siembra y la cosecha, debo informarle que hay elementos que deben estar presentes para la actividad normal de esta ley. Veamos:

El sembrador. Se requiere de una persona que inicie el proceso, alguien que esté dispuesto a dar algo que posee y sembrarlo con el propósito de obtener fruto a cambio de su siembra.

El terreno. Este es el lugar en el cual vamos a depositar la semilla. Para obtener una buena cosecha necesitamos escoger un lugar adecuado para sembrar nuestra semilla pues nadie siembra en el desierto esperando tener una gran cosecha a cambio.

Abono. Son los nutrientes que le voy a echar a la tierra para enriquecerla, para que, así, produzca una mejor cosecha.
Estación o el clima. Debo sembrar en el tiempo correcto del año para que la semilla germine. Si siembro en el invierno, posiblemente la semilla se va a quemar y no dará fruto.

Semilla. Es aquello que voy a sembrar. En este punto hay que tener en cuenta que la calidad de la semilla determina la calidad de la cosecha, lo que quiere decir que usted puede sembrar buenas o malas semillas y eso determinará la calidad de la cosecha.

Para este momento, algunas personas podrán preguntarse: “¿No es este un libro sobre finanzas? ¿Por qué toda esa explicación sobre la agricultura?” Recuerde: la ley de la siembra y la cosecha es una ley espiritual, así que está presente en todo lo que usted hace. Es más, quiero dejarle saber que por eso llamo a esta “la ley más poderosa del universo”, pues TODO lo que usted hace, dice y piensa es una semilla, así que usted obtendrá una cosecha multiplicada del mismo género. Si tenemos claro lo expuesto anteriormente, entonces sabremos que esta ley también está activa sobre el área financiera. El problema es que muchas personas no lo sabían. Déjeme explicarle cómo opera esta ley en sus finanzas.

Algunas personas dicen que el tema de la administración del dinero es muy espiritual. Yo también lo creo, pero más que espiritual, considero que el dinero solo muestra la condición del corazón de la persona que lo administra. Esto quiere decir que el dinero es como los explosivos: usted los puede utilizar para construir represas, excavar minas, en el proceso de construcción de carreteras o también los puede utilizar en las guerras o en el terrorismo para asesinar personas.

De la misma manera, puede usar el dinero para alimentar niños, educarlos, ayudar a los necesitados, construir hospitales, apoyar iglesias, pero a la vez ese mismo dinero se podría utilizar para financiar guerras, producir narcóticos, para el pago de adicciones o cualquier cosa incorrecta. El dinero no es bueno, ni malo en sí mismo; solo muestra lo que hay en el corazón de la persona que lo posee. La Biblia nunca dice que el dinero sea malo, sino que nos habla de lo que causa en el hombre que lo ama y lo busca con codicia:

“Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores” (1 Timoteo 6:10).

Jesús también dijo:

“Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21).

De nuevo, el tema no es el dinero, sino la posición que le podemos dar en nuestra vida. Jesús dijo que en el lugar en el que nosotros tengamos nuestro tesoro, es decir, nuestros intereses, sueños y anhelos, allí también pondremos nuestro corazón, es decir, nuestro esfuerzo, trabajo y pensamientos.

¿CÓMO PUEDES TENER LA PRESENCIA DE DIOS?

Este es el orden: Primero Dios. El centro de toda actividad del creyente debe ser Dios y nada debiera distraerle. Lo importante no es lo que dices ni cómo manejas tu apariencia piadosa, es lo que hay en tu corazón. Él debe ser el primero y el único. Cuando adoras, no lo haces para que te vean en la iglesia ni para mostrar la forma en que Él te cambió. ¡No! Lo adoras por lo que Él es.

Cuida la unción al precio que sea. Tengo total respeto por el Espíritu Santo y no quiero hacer nada que lo contriste como te dije anteriormente. Muchos me dicen que recoja la ofrenda antes del mensaje y otros me dicen que lea los anuncios en la mitad de la reunión, pero no lo hago así. ¿Sabes por qué? Porque cuando estamos en la presencia de Dios no detengo la reunión. Hay tiempo para los testimonios, hay tiempo para los anuncios, hay tiempo para las ofrendas y todo tiene su tiempo, pero cuando el Espíritu Santo está presente, sólo me importa Él. Durante la predicación nos concentramos en la Palabra de Dios, la cual adquiere un especial poder porque el Espíritu Santo la vivifica en medio de la congregación.

Hay también algo clave que debes conocer al ministrar. Pablo fue claro al escribir a los corintios acerca del Espíritu Santo y del poder de Dios que fluía a través de Él. Nuestra fe no debe estar fundada en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios. Nuestro Evangelio no es sólo una teología, por tanto, no temas ministrar esta verdad que salva y cambia vidas. El Dios que predicas y lo que predicas de Él, es muy real. Es lo más real que cualquier persona pueda conocer.

Hago un llamado sobre lo que predico y ministro pues allí ves al Espíritu Santo como el paracleto ayudando a su pueblo a obedecer, a amar, a perdonar, a seguir a Jesús y a tomar la gran decisión de su vida. Según el mensaje que el Espíritu Santo te guíe a predicar, así mismo debes ministrar.

Debes tener total respeto por la majestad de Dios y entender que tu servicio (tu ministerio) no gira a tu alrededor sino alrededor de Él. Debes dejarlo fluir. Tú eres las olas que te suben al nivel de la comunión a donde Él quiere llevarte. Deja que Él te guíe. El Espíritu Santo te guiará como quiere. Sé totalmente sensible y dependiente de Él.

No sé porque algunos detienen su comunión con el Espíritu Santo. ¡No lo hagas! Si el presidente de tu país te estuviera hablando y te retiraras por un instante, perderías el privilegio de su presencia. Mucho más grande que el presidente es el Espíritu Santo.

La comunicación con Él se establece individualmente a través de la oración. Tú te rindes al Espíritu Santo y Él toma tu espíritu por medio de la oración. Él te ayudará a orar como conviene. También puedes ayudarte con la adoración y la alabanza que te acercan a Dios. No comiences diciendo: «Dame, quiero esto, ayúdame…». Puedes abrir ese momento glorioso con un «Te amo, te adoro y te anhelo». No necesitas ni siquiera seleccionar las palabras. Es sólo una expresión de gozo y gratitud que exaltan sus atributos, su misericordia y su gran amor.

Disfruta de la unción que Dios te manifiesta en la oración, la adoración y la predicación porque su presencia es real. Aún después del mensaje, puedes continuar adorando según el Espíritu Santo te lo indique. Este es el tiempo en el cual puedes disfrutar viendo sus maravillas, porque Él está presente. Desde mi interior quisiera gritar: «Él está aquí. Él habita en medio de su pueblo». ¡Esto es glorioso!

Quiero compartir contigo lo que aprendí acerca de la presencia de Dios y el peligro de perderla. La presencia de Dios es como un manto sobre tu vida. Hay muchos que han perdido ese vestido y con solo mirarles, es evidente que algo muy importante falta en sus vidas. Miremos a Adán, quien perdió la presencia de Dios. ¿Recuerdas cuando pecó? Al desobedecer, lo primero que descubrió es que estaba desnudo. Ese vestido de la gloria de Dios se había ido y no sólo lo notó él, la Biblia dice que ambos conocieron que estaban desnudos. Es decir, Eva también vio que Adán estaba desnudo. No sólo tú lo puedes ver. Otros también lo ven. Cuando tú estás desnudo, o cuando la gloria de su presencia está en ti.

Ahora, mira lo que hizo Adán al perder ese vestido de gloria: se cosió un vestido de hojas de higuera. ¡Qué tremendo! Muchos hombres, al perder la presencia de Dios, han hecho lo mismo: se han vestido de hojas de higuera tales como el legalismo, la religiosidad, la apariencia externa o cosas similares a estas que cubren su desnudez espiritual. Por ejemplo, en algunos casos, el gobierno en la iglesia gira alrededor de la apariencia externa o de «grandes cabezas». Es decir, de teólogos o doctores de la ley, pero en la iglesia primitiva, el requisito más importante era que fueran hombres llenos del Espíritu Santo (Hechos 6:1-7). En otras palabras, ellos poseían un vestido que la iglesia notaba: eran llenos del Espíritu Santo. Es decir, la presencia de Dios estaba sobre ellos y era más evidente que los mismos títulos religiosos.

Ese es el vestido con el que Dios quiere que te vistas, un vestido de bendición, no como las vestiduras viles de Josué: «Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala» (Zacarías 3:3-4).

Es tiempo de quitarte esas vestiduras viles y vestirte de su presencia. Sacúdete en el nombre de Jesús de toda vestidura vil sobre tu vida, y pide que su gloria fluya sobre ti.

EL PERDÓN ES UNA LLAVE

El Padre celestial decidió que la llave para librar esta catástrofe sería un sacrificio perfecto y luego el perdón. Antes del fundamento del mundo el perdón era parte del paquete de redención. Ahora, no se equivoque; no hay perdón ni remisión de pecados fuera de la sangre de Jesús. La salvación es y siempre será un regalo de la gracia de Dios. Pero este regalo que se nos ha dado es que Él nos ha perdonado.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).

Recordemos que la fe mueve a Dios, pero el perdón desata su poder. No hay poder en el perdón. Hay poder en la sangre. Hay poder en su Palabra. Hay verdadero poder en su nombre.

Si está teniendo un mal día y nada pareciera salirle bien, deténgase y pregúntese, “¿Soy salvo?”. Si su respuesta es sí, entonces regocíjese y grite: “¡No me estoy yendo al infierno!”. Eso debería cambiar completamente su perspectiva de la vida. No debemos olvidarnos de lo que el Señor hizo por nosotros, ni olvidarnos dónde estábamos y hacia dónde vamos y cómo fuimos librados. Recibimos el perdón. Es como una semilla que fue plantada en nuestros corazones. Debemos ser buenos mayordomos del perdón que Él nos ha dado. Usted lo recibió, ahora delo. No me haga oír que no tiene nada de perdón para dar. En referencia al perdón, Mateo dice:

Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia (Mateo 10:7-8).

El Antiguo Pacto enseñaba: “Amen a sus prójimos y odien a sus enemigos”. Jesús introdujo una nueva enseñanza acerca de amar a todos sin importar raza, religión, nivel social, etcétera.

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos... Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:44-45, 48).

En contexto, “ser perfectos” significa simplemente amar y perdonar y hacer el bien a todos. Sea perfecto en el amor y el perdón.

En el versículo 44 vemos que si uno logra esto entonces una puerta se abre ampliamente para que se le llame uno de los hijos de su Padre en los cielos. El perdón protege de muchas maneras:

Protege de enfermedades y dolencias
Protege de tormentos, locuras y fobias
Repele al infierno, a la segunda muerte
Nunca olvidaré veintiséis años atrás cuando el Señor me perdonó y las ataduras del pecado y de la muerte que me tenían cautivo fueron soltadas por la llave de su perdón que desata su poder. El temor, el alcoholismo y las adicciones a los cigarrillos, al sexo y a las drogas fueron quitados de mí y esas puertas fueron cerradas. ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios!

Desde entonces he visto a miles de personas liberadas del pecado, de la depresión y la demencia, de adicciones y de ataduras de todo tipo.

Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos (Mateo 16:19).

Cuando Jesús le dijo a Pedro que le entregaba las llaves del Reino vemos que Jesús les dice a sus discípulos que una de las llaves del Reino de los cielos era la revelación de que Él era el Cristo.

Otra llave se encuentra en Juan 20:23: “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”. Creer en la revelación del sacrificio perfecto y en el Único que puede perdonar y luego recibir el poder para perdonar a la gente son las llaves que abren los cielos y cierran el infierno. El perdón comienza a desatar el poder sobrenatural del cielo por medio de nosotros cuando invocamos su nombre. Este poder se revela de muchas maneras, pero Él escoge cómo. Tal vez se presente como salvación para nuestros pecados. Puede venir como sanidad para nuestras emociones heridas o nuestro cuerpo quebrantado. Puede traer paz a una mente atormentada. 

Sin embargo, su poder se desata de los cielos cuando Él o nosotros decidimos perdonar. Una verdadera manifestación del carácter de Dios es desatada en nosotros cuando damos y cuando perdonamos. Esta no es la naturaleza del hombre caído. Nosotros queremos vengarnos, queremos desquitarnos. Queremos faltarle el respeto a aquellos que nos lo faltaron a nosotros.

El amor humano es condicional. Haz lo que queremos y entonces te amaremos y tendremos comunión contigo. El amor de Dios es sobrenatural; Su amor es incondicional. Él nos ama a pesar de todo. Hay condiciones y principios en este Reino, pero su amor es incondicional. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Él nos amó y estuvo dispuesto a perdonarnos aun cuando estábamos en la maldad. Leer u oír esto es una cosa. Pero comenzar a caminar en esto es verdaderamente tomar su cruz y seguirle. 

Así es, esto significa un sacrificio diario y llevar nuestros pensamientos cautivos, dependiendo de qué tan fuerte nuestro hábito de falta de perdón haya crecido. ¿Qué tanto y por cuánto tiempo se ha ido fuera de control en su vida? Solo Dios y usted conocen la respuesta. Su voluntad es que usted sea librado de esta atadura. Pídale su ayuda, arrepiéntase y vea cómo su poder se desata en su vida.

Amar y perdonar son manifestaciones del Espíritu de Cristo. Odiar y guardar rencor son manifestaciones del espíritu del anticristo. Hay un Espíritu de verdad y un espíritu del mundo que guiarán su vida. Escoja hoy mismo a cuál servirá. No podemos obtener solamente el perdón de pecados. También necesitamos recibir las enseñanzas e instrucciones de Cristo.

TOMA LA INICIATIVA

Dios quiere que te atrevas a emprender cosas grandes en su nombre. Su respaldo es maravilloso y especial. Me gusta el pasaje de Isaías 45:2: «Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos». Si Dios tomó la iniciativa de bendecir de antemano a un rey persa llamado Ciro y darle una palabra profética, imagínate lo que hará contigo.

La Biblia registra una de las más arriesgadas iniciativas que tuvo Pedro, el discípulo. Ya había visto casi todo. Nada lo sorprendía. Su maestro había abierto los ojos de los ciegos, sanado leprosos, había hecho caminar a los paralíticos y sanado a los cojos. Había visto con sus propios ojos cómo tomó cinco panecillos y dos peces y el resultado fue un multitudinario almuerzo para más de cinco mil seguidores. Lo que le faltaba ver no era lo que su maestro podía hacer, sino más bien, lo que él podía hacer junto con su maestro. Pedro había seguido de cerca a Jesús, lo había visto hacer maravillas sobre la naturaleza y el ser humano. Al verlo caminar sobre el mar de Galilea, tuvo la  iniciativa de provocar su propio milagro. «Si eres Jesús,  llámame y caminaré contigo aún sobre este mar tempestuoso» (Mateo 14:28). El Señor aceptó su solicitud y lo llamó.

En esta ocasión Pedro aprendió varios principios importantes que podemos aplicar a nuestra propia vida. La iniciativa es una acción que se adelanta a la petición. Dios está buscando voluntarios que quieran servirle, personas que se atrevan a orar por los enfermos, que hagan detener el sol. Personas que den para su obra sin que nadie tenga que pedirles, que tomen la iniciativa de dar para la casa de Dios.

Otra lección que aprendió es que si vamos a hacer algo fuera de serie, mantengamos la vista puesta en Jesús de Nazaret. No importa cuán fuerte ruja el viento a mi alrededor, sí Jesús nos ha llamado podemos tener la seguridad que jamás dejará que el mar nos trague. El viento puede ponernos nerviosos, pero si decidimos ignorarlo y escuchar la voz del Señor, no nos hundiremos.

El miedo hace que muchos comiencen a hundirse, como le pasó a Pedro. El miedo ata. Ignóralo y sigue avanzando, da un paso a la vez. Se hunden solo aquellos que se dejan influenciar por las tormentas. Podemos darnos cuenta quiénes son las personas que se dejan influenciar por aquellos que están a su alrededor con tan solo oírlos hablar cuando llega la tormenta.

Pedro aprendió su lección, caminar sobre las aguas es posible si no quitas la mirada de aquel que tiene todo bajo control. Las tormentas siempre son egoístas, quieren llamar la atención, hacen mucho ruido, sacuden con ímpetu, están destinadas a hundir a quien les haga caso.

¿Qué clase de personas eres? Si te has atrevido a bajarte de la barca, ese ya es un gran paso. Quizás los demás solo están dentro de la barca, seguros a medias, pero viendo desde lejos. La mayoría piensan que por quedarse dentro del barco nada les sucederá, pero la tormenta no respeta sino que sacude tanto a los que están tratando de caminar sobre el mar como también inunda a los que se han quedado dentro de la barca.

Pero nosotros somos de los que nos atrevemos. Somos de los que creemos que Dios es grande. De los que confiamos al pie de la letra. De los que ponemos nuestros ojos en Jesús.

Iniciativa, valentía y rapidez son factores importantes para aprovechar las oportunidades que aparecen en medio del camino. Tiene que ver con un espíritu emprendedor.

¿Crees en Dios? Entonces creerás que él todo lo puede, todo lo conoce. ¿Crees en ti? Quizás creas que no eres bueno para nada, pero realmente eres bueno. Sólo descubre tu don en aquellas cosas que más te gustan.

¿Crees que puedes triunfar en la vida? ¿Crees que te puede ir mejor? Siento esas palabras de Jesús de Nazaret resonando en mi corazón para decirte: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?».

La fe te distinguirá, la iniciativa siempre será recompensada. Fe e imprudencia no son lo mismo. Te explicaré la diferencia con el caso de Pedro y su caminata sobre el mar. Él le pidió a Jesús que si era él le diera el permiso de caminar sobre el agua. Tan pronto como lo hizo, Jesús dijo: «¡Ven!». Pedro se atrevió a bajarse del barco  luego del permiso de Cristo, no antes. Esa es la diferencia. Tu iniciativa debe ir acompañada por el permiso de Dios. Asegúrate de que todo lo que hagas esté dentro de la perfecta voluntad de Dios. Por algo cuando Jesús le enseñó a sus discípulos la oración modelo, dentro de las primeras líneas dice: «Hágase tu voluntad aquí en la tierra como en los cielos». No hagas nada sin que Dios te dé su aprobación.

Cuando comprendas acerca de la voluntad de Dios te darás cuenta que no todas las oportunidades que se te presentan vienen de Él. Comprenderás que en este camino cristiano no todas las señales que oigas significan que el Señor te las envió. Aprender a diferenciar las señales que Dios nos manda, no es de la noche a la mañana, pero se aprende. Cuando tomes la costumbre de consultar a Dios todo lo que hagas, caminarás seguro de no errar en tus decisiones.

TAMBIÉN LAS MUJERES SEGUÍAN A JESÚS

María de Magdala, Juana, Susana, Salomé, Marta, María... También las mujeres siguieron a Jesús durante toda su vida pública, con los Doce y otros varones, como testimonian los evangelios. 

¿Por qué temer una presencia femenina que el Nuevo Testamento subraya tan a menudo? 

¿Por qué rehusar hoy a las mujeres su plena responsabilidad en la Iglesia, incluida la ordenación? 

¿Por qué impedir que la mitad de la humanidad efectúe su aportación plena al trabajo, que fue la preocupación central de Jesús?

EL JESÚS QUE NUNCA CONOCÍ

¿Qué sucede cuando un prestigioso periodista cristiano decide poner a un lado sus prejuicios para escuadriñar detenidamente al Jesús que se describe en los Evangelios? 

¿Qué parecido tiene el Jesús del Nuevo Testamento con el Jesús "nuevo, redescubierto" o incluso con el Jesús que creemos conocer tan bién?

El autor de éxitos editoriales Philip Yancey dice: "El Jesús que llegué a conocer al escribir este libro es muy diferente del que me enseñaron en la escuela dominical. En algunos aspectos es más reconfortante; en otros, más aterrador. Yancey ofrece una perspectiva nueva y diferente de la vida de Cristo y de su obra —su enseñanza, sus milagros, su muerte y su resurrección— y en última instancia, quién fue y por qué vino. 

Al relacionar los acontecimientos de los Evangelios con el mundo en que vivimos hoy, El Jesús que nunca conocí nos ofrece una descripción conmovedora y reconfortante del personaje principal de la historia. Siempre dispuesto a abordar preguntas difíciles, 

Yancey examina las palabras radicales de este carpintero y se pregunta si lo estamos tomando lo bastante en serio en esta época nuestra. Desde el pesebre de Belén hasta la cruz de Jerusalén, Yancey presenta una personalidad compleja que provoca interrogantes y respuestas. Es un Jesús perturbador y estimulante que quiere transformar radicalmente nuestra vida y ensanchar nuestra fe. 

El Jesús que nunca conocí pone al descubierto a un Jesucristo brillante, creador, desafiante, audaz, compasivo y convincente. Este libro le ayudará a descubrir a un Jesús diferente de la figura tradicional de la Escuela Dominical, del Salvador de dulce sonrisa encasillado en determinados moldes religiosos.

DIOS PUEDE, Y LO VA A HACER

Abraham, en su caminar hacia el destino de Dios para su vida, tuvo que tomar decisiones que lo identificaran con Dios.  Tuvo que tomar decisiones que establecieran y que le permitieran al mundo ver a quién él le servía, pues venía de una cultura de muchos dioses. Fue un gran esfuerzo el que Abraham tuvo que hacer para salir de su tierra.  Ahora, él tiene que tomar decisiones que marquen su vida una y otra vez, y que marquen la nueva generación que Dios quería levantar a través de él.
En Génesis 17:1-14, Dios establece un pacto con Abraham diciéndole que será padre de naciones, y en señal del pacto que hace con él, le pide que todo hombre bajo su casa debe ser circuncidado.  El pacto de Dios con Abraham llegó en un momento crucial, a sus 99 años, cuando ya para la naturaleza y para lo terrenal no era posible que se cumpliera aquel pacto.  A los 99 años, cumplir con aquella señal de circuncisión era una tarea difícil y era imposible que Abraham pudiera engendrar hijos.
Desde que Abraham salió de la tierra de sus padres, tuvo muchas experiencias con Dios y no fue hasta este momento, después de haber tenido a Ismael y haber pasado por Egipto, que Dios le pide una señal a Abraham que marcara el pacto que acababa de hacer con él.  Es interesante porque por lo general la gente es quien le pide señales a Dios, pero en esta ocasión es Dios quien le pide una señal para a Abraham.
Pero ¿Por qué a los 99 años?  Dios no le pide a Abraham que se circuncidara desde el momento que le dice que salga de la tierra de su padre. Nunca tuvo un contacto personal, aunque sí, Dios le dio instrucciones, visiones e ideas.  Anterior a Génesis 17, no le había pedido a Abraham señal alguna. ¿Por qué Dios le pide señal a Abraham en este momento y no en otro? Dios le pide esta señal a Abraham en el borde crucial de su vida, en el momento donde realmente tiene que entregarse a lo que es el destino de Dios para su vida.  Hasta ese momento, Abraham le sirvió a Dios por una promesa, pero ahora se tendría que rendir a Dios para ver el cumplimiento de esa promesa.
Abraham salió de la casa de sus padres a servir a Dios, siguiendo una promesa, una promesa de bendición.  Pero, durante todo el camino de la vida de Abraham hasta Génesis 17, lo vemos pensando que él lo puede completar, que él lo puede hacer, que él lo va a lograr por sus propios métodos.  Pero, en este punto, a los 99 años de Abraham, las cosas son diferentes.  Si Abraham iba a tener un hijo ahora, solo Dios lo podía hacer.
A los 99 años, Abraham ya no tenía fuerzas para tener hijos.  Esto lo lleva a rendirse ante Dios, y se circuncida como señal de pacto. 
Así como Abraham, tiene que llegar un momento en tu vida donde experimentes la señal del pacto con Dios, pero esta señal no será la circuncisión física, sino la circuncisión del corazón, donde tus fuerzas físicas, mentales y emocionales se rindan única y exclusivamente delante del Dios Todopoderoso, y la marca que haya en tu vida sea una marca que te identifique con Dios y que le deje saber al mundo y te recuerde que, de ahora en adelante, todo lo que va a pasar realmente tiene que pasar porque Dios es el único que lo puede y lo va a hacer en tu vida.
Cuando se hayan agotado tus conexiones, y tus talentos ya no tengan los mismos resultados, en ese momento lo único que te toca hacer es rendirte a la voluntad de Dios, como Abraham.  Y, lo único que Dios te va a decir es: No importa que estés viejo y ya tu cuerpo no tenga la capacidad de engendrar hijos, la obra en tu vida la voy a hacer yo, te lo prometo en el día de hoy. 

SÉ TODO LO QUE DIOS QUIERE QUE SEAS

En Génesis 12, cuando vemos que Dios le da la promesa a Abraham, Dios dice que en él serían benditas todas las familias de la tierra. Cuando Dios llama a Abraham, no lo llama meramente por él, sino por lo que haría a través de él.
Dios no llama a Abraham porque Abraham estuviera en pobreza o en crisis. Abraham no sigue a Dios porque estuviera en un momento difícil de su vida. No que haya nada de malo con eso. Definitivamente, el que esté en problemas, debe buscar a Dios. El problema es que, si buscamos a Dios tan solo cuando hay problemas, entonces, siempre tenemos que tener problemas, para buscar a Dios. Abraham sale porque tenía una promesa grande, que iba más allá de lo que haría Dios por él; se trataba de lo que Dios haría, a través de él.
O creces, prosperas y progresas para que el mundo se identifique contigo y otros sean benditos viéndote a ti, o siempre dejaremos que la gente siga a otros. Y ese es el problema, que los cristianos no hemos permitido que Dios haga todo lo que él quiere hacer a través de nosotros, y la gente entonces no quiere identificarse con nosotros. Dios dijo: Te bendeciré, y tú serás bendición. Dijo: El que te bendiga, lo voy a bendecir; y el que te maldiga, lo maldeciré. Y añadió: Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra.
Es importante que tú te identifiques con Dios, que aprendas a diezmar, a ofrendar, que prosperes. Debes llevar una vida que otros quieran imitar. El mundo está identificándose con la gente en la calle, con los del mundo. Pero tú, vive las promesas de Dios, porque el destino de otros está detenido porque no han encontrado un bendecido con el que se puedan identificar. La iglesia necesita entender lo importante de que Dios haga contigo todo lo que quiere hacer, porque es a través de ti que otros van a ver la bendición de Dios, y podrán entonces identificarse contigo y ser bendecidos. A través de ti, muchas familias serán bendecidas.
Olvídate del que te maldiga, del que hable mal de ti; ya Dios dijo que él se encargaría de ellos. No trates de defenderte. Sé todo lo que Dios quiere que tú seas. Honra a Dios. Él te va a bendecir, y tú podrás hacer más; podrás bendecir más gente, tocar más vidas. Cuando Dios te llamó y te sacó del lugar donde tú estabas, más que para suplirte una necesidad inmediata, te llamó porque, a través de ti, es que él puede cumplir el plan en la vida de otra persona. Hasta que tú no seas todo lo que Dios quiere que tú seas, el destino de alguien está detenido, atado.
La gente debe querer imitarte a ti. La gente debería querer lo que tú tienes. Tú deberías poder decir: Dios lo ha hecho conmigo, y te puedo mostrar cómo hacerlo. Dios quiere que, a través de ti, se desate la bendición, y que otros se puedan identificar contigo. Dios le dice a Abraham que, el que no se identificara con él, el que le maldijera, él lo maldeciría. A sus discípulos, les dijo que, si alguno no les recibiera, sacudieran el polvo de sus pies, y se fueran de allí. No quedaría la paz de Dios en aquel lugar.
Entiende que el plan de Dios va más allá. Tú necesitas salir de tu depresión, de tu tristeza, porque hay alguien que necesita ver de dónde Dios te ha sacado, porque su destino está detenido, porque está identificándose con la persona incorrecta. Necesitas levantar tu empresa, prosperar, crecer, porque hay alguien que está en un trabajo mediocre, simplemente, porque todavía tú no has hecho todo lo que tienes que hacer. Cuando tú aceptes el llamado de Dios para tu vida, habrá gente que podrá testificar que, desde que se conectaron contigo, sus vidas cambiaron para siempre.
Sé todo lo que Dios quiere que tú seas, porque el destino de alguien está ligado a que tú llegues a alcanzar todo lo que tú tienes que alcanzar. No te quedes estancado; sigue creciendo, porque hay alguien que está esperando por ti, alguien que necesita ver un ejemplo, que necesita escucharte, que necesita ver lo que Dios está haciendo contigo, para que se desate en ellos la misma bendición que hay dentro de ti.
Sé todo lo que Dios quiere que tú seas. La vida de alguien va a ser cambiada, cuando vea lo que Dios está haciendo a través de ti. 

CUANDO RINDAS TU CORAZÓN

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.  Mateo 23:23  
Nada de lo que hagas externamente funciona, hasta que tu corazón no sea circuncidado, hasta que tengas un corazón humilde que vive agradecido, reconociendo que todo lo que alcanzas es por la gracia de Dios. 
Dios le dice al pueblo que tienen que circuncidarse el corazón.  Esto se lo dice a un pueblo que ya estaba circuncidado físicamente.  A través de los profetas, Dios le está diciendo: Tu circuncisión física no sirve, si la circuncisión del corazón no está en el lugar correcto, como tampoco sirven los diezmos, si no tienes misericordia.
Cristo les dijo: Siguen la ley, y no lo están haciendo mal, pero les falta lo más importante: La justicia, la misericordia y la fe.  Te falta el cuidar de tu hermano, te falta el resto de las cosas.  El problema es que, si dependes de la circuncisión física, de lo que naturalmente hablando da frutos, puedes llegar a confundir lo que logras por cuenta propia, con las bendiciones que solo Dios te puede dar; pensaras qué has alcanzado algo porque Dios te lo ha permitido, cuando no es así. 
Hay cosas que con esfuerzo propio puedes alcanzar.  Abraham tuvo un hijo con Agar, Ismael, pero este hijo no era el que Dios le había prometido que tendría, sino que Abraham obtuvo este hijo por sus propias fuerzas.  No es hasta que en su corazón Abraham logra entender, que lo que Dios le había prometido solo Dios lo podía cumplir, que Abraham pudo entonces caminar hacia todo lo que Dios tenía para su vida.
De las misma manera, puedes bajar de peso con una disciplina de buena alimentación y ejercicio, sin la necesidad de un milagro creativo que en un abrir y cerrar de ojos haga que se te caigan los pantalones.  Así mismo, muchos, aun sin servirle a Dios, prosperan en la vida porque trabajan de sol a sol, ahorran, se preparan, son sabios, son inteligentes.  El que se esfuerza en este mundo tiene derecho a prosperar.  Esto no es malo; pero, aunque vivan una buena vida, aun les falta una cosa.  Los que prosperan basados en el orden de Dios, no tan solo cargan el favor y la gracia de Dios sobre sus vidas y las puertas se abren, sino que también son llenos de paz, un gozo y un descanso que solo Dios les puede dar.
Nada de lo que hagas externamente va funcionar, hasta que tu corazón esté circuncidado.  Nada funcionará, hasta que realmente seas alguien humilde y sencillo delante de Dios, hasta que llegue ese punto en tu vida donde te des cuenta que lo que vas a hacer, lo que vas a alcanzar, solo la gracia de Dios te lo puede dar, solo la gracia de Dios lo puede hacer contigo.  Hasta que no llegues a ese punto donde tu corazón quede rendido a los pies del Señor, donde entiendas y tengas que comprender que, si algo va a pasar, va a pasar porque Dios lo va a hacer en tu vida, entonces podrás comenzar a ver los milagros más grandes que Dios tiene para ti.
Hay gente que comienza como Abraham, con cielos abiertos y una grande promesa de Dios; y, mientras más rápido tu corazón se rinda a él, más rápido podrás llegar al lugar de tu destino.  Hay mucha gente que le ha rendido a Dios sus problemas, sus sueños, sus metas y Dios les ha prosperado en su camino; pero, cuando le rindas el corazón, lograrás alcanzar todo lo que él tiene para tu vida. Esa es la verdadera circuncisión del corazón. 

CREE LO QUE DIOS HA DICHO

En la Biblia, podrás encontrar muchos hombres de Dios que pasaron por una crisis de identidad.  Estas crisis se pueden ver en Adán, Caín, Abel, Abraham y en varios de los grandes hombres de Dios a través de toda la historia. Sus crisis de identidad se ven claramente en el momento en que son llamados por Dios. La baja autoestima y el poco valor que sentían de sí mismos, se ven cuando comparan el llamado de Dios para sus vidas, con las circunstancias que están viviendo en el momento se su llamado. Cuestionan cómo pueden llegar a ser lo que Dios dice que serán. Lo que están diciendo es: ¿Cómo tú dices que yo soy algo, si mis circunstancias dicen lo contrario?
Por ejemplo, Dios se presenta frente a Gedeón, y le dice: Hombre esforzado y valiente, gran guerrero, gran hombre de Dios; y este le contesta: ¿Por qué tú dices eso? Yo soy el más pequeño de la tribu, mira las dificultades que tengo, mira las circunstancias que estoy viviendo. Lo mismo con Moisés; cuando Dios lo llama por primera vez, Moisés le dice a Dios: ¿Quién soy yo para ir? ¿Quién soy yo para libertar al pueblo? ¿Quién soy yo para hacer este trabajo que me estás pidiendo? Le pasó a Abraham; Dios le dice: Te voy a bendecir, serás padre de mucha gente; a lo que Abraham responde: Señor, pero ¿cómo va a ser, si no tengo ni un hijo? Dios no estaba sujetando el llamado y el propósito de estos hombres a su situación natural, actual, sino que les estaba diciendo lo que harían y quiénes eran para Él, Dios les estaba mostrando lo que Él veía en ellos.
Cuando se recibe el llamado de Dios, ocurre una crisis de identidad. Lo primero que se cuestiona es: ¿Cómo podré lograr ser lo que Dios dice que soy? Tu identidad es enfrentada, cuando vez la grandeza del propósito de lo que Dios dice que eres, en contraste con la manera en que te vez en ese momento. Ahí es que te das cuenta si verdaderamente crees que eres lo que Dios dice que eres.
Mucha gente va a la iglesia porque necesitan y esperan que se cubra una necesidad. Quieren que Dios les sane, les restaure, les prospere; y no hay nada malo en eso; esa es una de las formas que muchos comienzan a relacionarse con Dios. Hay otros que no creen en eso; simplemente, viven su vida creyendo que la voluntad de Dios para sus vidas es el estado en que se encuentran. Pero existe un nivel más grande, que es cuando se va a la casa de Dios, no para que las necesidades sean cubiertas y las circunstancias cambiadas, sino para entender lo que Dios quiere que seas. Cuando logras entender lo que Dios quiere que seas y te atreves creer en eso, a pesar de la circunstancias, entonces tu vida cambia para siempre. Pero, para eso, tienes que estar seguro y segura de quién eres, en Cristo Jesús.
Juan 1:29 dice El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Esta es la primera descripción que hace Juan acerca de Cristo. Cuando lo ve, lo primero que le dice es: Esto es lo que tú vienes a hacer; vienes a quitar el pecado del mundo. Más adelante, cuando Juan bautiza al Maestro, se abre el cielo y se oye una gran voz que dice: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia (Mt. 3:17). Dios le dice a Jesús: Sin hacer nada, yo te amo; sin hacer nada, tú me traes placer; sin que tú hayas hecho nada, esto es lo que pienso de ti. El Dios Padre lo identifica, no por lo que va hacer, sino por quien es él.
Después de ser bautizado y recibir la aprobación del Padre, Jesús es llevado al monte por el Espíritu, y es tentado por Satanás.
Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Mateo 4:3-4  
Jesús, en otras palabras, le contesta a Satanás, diciendo: No tengo que cambiar las piedras en pan para mostrarte quien soy. Le dice: Te voy a vencer, no por lo que puedo hacer, sino por quién soy. Yo sé que soy Hijo de Dios, y eso es suficiente.
El enemigo está derrotado, cuando encuentra un creyente firme en quién es, en Cristo Jesús. Cuando encuentra a un creyente que no se encuentra en una crisis de identidad, porque ha creído en lo que Dios ha dicho que va a hacer. Así que, a pesar de lo que el enemigo robe o quiera destruir, sigue creyendo en quien Dios dice que eres.
Hoy Dios te dice: Tu situación actual no define quien eres para mí. Lo que hiciste, lo que haces o lo que harás no define quien eres para mí. Yo sé quién eres, y lo que me trae placer es la conciencia de quién eres. Cree lo que te digo. 

PROMESAS DE DIOS

Lamentablemente, en nuestra vida como cristianos, muchas veces, le servimos a Dios únicamente por nuestras necesidades. Curiosamente, cuando Jesús llamó a cada discípulo, ninguno de ellos estaba en necesidad. Hubo quienes se acercaron al Maestro necesitando algo; pero, ninguno de aquellos que recibió un milagro, le siguió. Pedro, por ejemplo, sí recibió un milagro, y le siguió; pero Pedro no pidió aquel milagro. No es que esté mal acercarse pidiendo un milagro, pero veamos la diferencia de conciencia. Para aquellos que fueron buscando un milagro, buscando que el Señor supliera una necesidad, Jesús se convirtió en Aquel que suple esa necesidad, y se identificaron con él en esa necesidad, y eso fue todo. Pero, desde el primer día que Jesús habló a cada discípulo, no le habló de su necesidad, de su problema, sino del plan que él tenía para cada uno de ellos.
Cuando Jesús llega donde Pedro, le llena las barcas. Aquello sí fue un milagro. Pedro estaba frustrado porque, en toda la noche, no había pescado nada; pero él sabía que había días buenos y días malos; él, simplemente, saldría a pescar nuevamente al día siguiente. Cuando llega Jesús, pidió las barcas prestadas para predicar la palabra y, cuando se baja, le dice que lance la red. ¿En qué momento Pedro pidió el milagro? En ningún momento. Lo que pasa es que Jesús no iba a tomar algo de Pedro, para devolvérselo de la misma manera. Jesús nunca llega a un lugar y lo deja de la misma forma.
Cuando Pedro recibe la pesca milagrosa, deja allí las barcas y se tira de rodillas delante de Cristo, quien no hizo referencia al milagro, ni le dijo: Yo te puedo suplir por el resto de tus días; sígueme, porque siempre tendrás las barcas llenas. Cristo le dijo: Sígueme, y te voy a hacer pescador de hombres. Así que, desde el primer día que Pedro siguió a Cristo, no le siguió por un milagro; los milagros le siguieron a él, por seguir a Cristo, pero él no siguió un milagro, sino que él buscaba lo que Jesús le prometió que iba a hacer con él, y no por él.
Tú no puedes servirle a Dios, meramente, por lo que él puede hacer por ti. Sí, Dios te va a suplir, él te quiere sanar, te quiere prosperar; pero él quiere hacer contigo algo más poderoso de lo que tú jamás has pensado. El problema es que se nos hace difícil ver a Dios más allá de nuestra primera experiencia con él. Si tú te identificas con él por un milagro, por una necesidad, Dios será entonces el Dios de tus necesidades. Y Dios sí suple tus necesidades, pero él quiere ser más que el Dios que suple tus necesidades; él quiere ser el que transforme tu vida, y te lleve a ser todo lo que él te ha prometido que vas a ser. Cuando él te llama, lo hace, no de acuerdo a tu necesidad, sino de acuerdo a su plan para tu vida.
Los grandes hombres de Dios lo que siguieron fue el plan de Dios para sus vidas. El problema de muchos es que tratan de meter a Dios en sus planes, en vez de ellos meterse en el plan de Dios. Hay quienes diezman, por ejemplo, para que Dios bendiga sus planes, pero el diezmo va más allá de que Dios bendiga tus planes; diezmar se trata de estar dentro del plan de Dios.
Hebreos 7 nos habla acerca del encuentro de Abraham con Melquisedec, rey de Salem. Luego de derrotar a cinco reyes, rescatando así a su sobrino, Lot, Abraham entrega los diezmos del botín a Melquisedec. Y, dice el verso 6, que el rey tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Abraham diezmó porque tenía grandes promesas. Sale de casa de su padre porque tenía una grande promesa; él sabía que Dios haría con él algo más grande y poderoso. Cuando entiende eso, al encontrarse con alguien que podía desatar aquella promesa, su reacción fue diezmar, no porque fuera un necesitado o un mendigo, sino porque tenía promesas para su vida.
Tú no eres un necesitado o un mendigo; eres persona de esfuerzo. Si no pescaste hoy, lavas las redes, y mañana vuelves a pescar. Le crees a Dios, y sales a trabajar y haces lo que tienes que hacer. No buscamos ser mendigos de Dios, no buscamos de él meramente para que resuelva nuestros problemas, sino que le buscamos para entrar dentro de su plan para nuestras vidas y, cuando le servimos, cuando diezmamos y ofrendamos, lo hacemos porque sabemos que cargamos con promesas más grandes que nuestra situación presente. Lo que haces cuando diezmas es reaccionar a la palabra que está activando lo que está dentro de ti.
Tienes promesas. Cuando decides salir de casa de tu padre y de tu parentela, lo haces porque tú sabes que Dios te dijo que lo hicieras. Dios te ha dicho que tiene algo más grande para tu vida, un llamado más grande. Los que creemos, no podemos caminar en esta vida faltos de identidad, pensando que somos mendigos. Tú fuiste llamado, y hay una grande promesa en tu vida. Tú cargas algo dentro de ti, que nadie más puede cargar, y que solo Dios puede desatar en tu vida.
Tú no necesitas estar enfermo para orar, no necesitas estar en una situación difícil para ir a la casa de Dios, sino que vas a la casa de Dios, porque sabes que es el lugar donde va la gente que tiene promesa. Tengas o te falte, vas a la casa de Dios, porque tú sabes que hay promesas que solamente se desatan, cuando estás delante de él.